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sábado, 29 de agosto de 2009

El hombre como compuesto de cuerpo y alma

Platón y Aristóteles.

Según Platón el mundo que vemos es el mundo de las sombras, reflejo imperfecto de las ideas. El alma es la fuerza, la energía, la capacidad de razonar y ser perfecto. El cuerpo esta determinado por las personas, y los placeres de los sentidos. El alma dentro del cuerpo esta limitado puesto que a este los sentidos lo hacen imperfecto. La función del alma es orientar el cuerpo. De esta manera el cuerpo es un accidente.

Aristóteles al igual que Platón considera al hombre como un compuesto de alma y cuerpo, pero mientras para Platón el alma está separada del cuerpo, pero para Aristóteles no se puede entender eso, ya que considera que el alama y el curpo están unidos, por lo tanto el cuerpo se acaba y es substancia, no accidente.

Aunque el alma intelectiva es una substancia distinta del cuerpo, tiene sin embargo una relación peculiar con él. En este punto se separa de la tradición platónica que considera al alma y el cuerpo como substancias o realidades totalmente distintas e independientes y que identifica al hombre más con su alma que con el compuesto alma y cuerpo. Las otras substancias espirituales (los ángeles) no necesitan de cuerpo alguno para realizar plenamente sus actividades propias, pero no ocurre así con el alma humana. Es preciso matizar esta afirmación pues podría parecer que Tomás de Aquino presenta aquí ideas incompatibles con su argumento relativo al carácter inmaterial del intelecto. Pero él mismo señala expresamente que el cuerpo es necesario para la acción del entendimiento, pero no como el órgano con el que se realiza tal acción –como la vista necesita del ojo– sino en razón de su objeto: Santo Tomás defiende la idea de que el conocimiento humano comienza con los sentidos (que son facultades corpóreas), los cuales presentan el material a partir del cual el intelecto elabora su propio conocimiento. El hombre es el compuesto alma y cuerpo, y no de forma accidental sino esencial, como todo lo que consta de forma y materia. El alma humana está tan vinculada con el cuerpo que sin él no es perfecta, lo que lleva a Santo Tomás a defender la resurrección de los cuerpos para que cada alma recupere el que le era propio. El estar unido al cuerpo le compete esencialmente al alma, como le corresponde esencialmente al cuerpo leve el mantenerse en lo alto. Y de igual manera que el cuerpo ligero cuando se le aparta de su lugar propio posee una aptitud e inclinación a ocuparlo, así también el alma humana cuando está separada del cuerpo conserva su aptitud e inclinación natural a unirse a él.

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