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sábado, 29 de agosto de 2009

El hombre como ser ético

Sin libertad la ética es imposible. La libertad humana abre la actividad práctica humana a la ética . De ahí que negar la libertad conlleve negar la ética. En esa apertura el hombre mejora o empeora. Sin ello, no habría ética. Pero mejorar o empeorar algo suyo indica que la persona puede sacar partido de su naturaleza, y que, en consecuencia, es superior a ella, a la par que irreductible a la misma. O si se quiere, si cada hombre es irreductible a la humanidad, es capaz de ser cada vez más hombre. Sólo eleva su naturaleza (ética) quien la trata como naturaleza de la persona y para la persona. La naturaleza crece cuando entra en contacto con lo superior a ella. Lo superior a ella es la persona. Por eso la naturaleza humana crece especialmente cuando en el trato con los demás no perdemos de vista que son personas y que también nosotros lo somos.¿Y si no se crece humanamente? Se pierde el tiempo , se pierden las capacidades de la naturaleza humana, y se pierde uno mismo. Se pierde el tiempo, porque crecer no es sólo ahorrar tiempo sino ganarlo cada vez más. Se pierden las capacidades de la naturaleza humana, porque éstas quedan inéditas, es decir, no se saca de ellas el partido que puede sacarse en orden a su fin. Se pierde, en fin, uno mismo, porque la naturaleza humana está hecha para actuar, siendo la omisión corrosiva para ella. Pero perder culpablemente la naturaleza es responsable y, por ello, personal. Esa culpa personal recae sobre uno. Por eso es uno el que se pierde. Crecer en humanidad: en esto consiste precisamente la ética. Pero ¿es el hombre un ser ético? La cuestión es actual hoy, y lo es desde hace tiempo, porque ya en el siglo pasado fue puesta en duda la índole de la ética. Para autores contemporáneos (filosóficamente hablando) como NIETZSCHE, la ética no es nada natural del hombre sino un invento, algo artificial creado por los débiles para atemorizar a los fuertes y evitar que estos opriman a aquellos.A lo primero que hay que hacer frente, por tanto, es a aquellas doctrinas fundamentalmente modernas y contemporáneas que niegan la existencia de la ética. La crítica de estas teorías no es difícil, pues no se puede negar la ética sin suponerla. En efecto, defender que “la ética no buena” ya es una valoración, y por tanto, ética. En el caso del autor arriba citado, sostener que la moral tradicional es mala implica una valoración previa acerca del bien y del mal que no se ha cuestionado temáticamente. Negar la ética es decir, también, que el comportamiento humano es meramente positivo o empírico. Esta opinión desconoce que el hombre es un sistema abierto, que ninguna de las alternativas es necesaria, que ninguna de ellas determina al hombre, y el decidirse por una u otra, de un modo u otro, es libre, y por tanto, responsable, ético. Lo ordinario, sin embargo, no es una crítica tan radical a la ética, a su existencia, sino una crítica a alguna de sus bases. Los errores teóricos en esta materia (los prácticos lamentablemente los cometemos todos diariamente) también se dan por defecto. Estos reduccionismos hacen girar el peso de toda la ética sobre uno de sus componentes o partes integrantes. Para poder rebatirlos necesitamos saber qué sea la ética -otros la llaman moral- y cuáles sus componentes.

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